viernes, 9 de diciembre de 2022

Érase una vez...

 A un zorro le toma 100 años poder tomar una forma humana. Yo soy un perro que nunca pensé en eso así que tardé 1000. Enamorado de mi dueño, un vampiro metrosexual comodíno y hedonista, pasé muchas noches suspirando y viendo pasar la vida de muchos seres.

Embelesado con la vida humana y con el corazón roto, viendo a mi amo coquetear con cualquier hermosa dama que se le pusiera enfrente, no vi nunca llegar a la muerte. Seguí viviendo hasta un día darme cuenta que me podía dar pulgares opuestos.

Creí por un momento que con este cuerpo podría ser amado y entregué todo mi ser, sin saber que el rechazo puede partir más un corazón y un cambio puede alejar aún más al ser amado. Mi dueño me abandonó... Sin reconocer cuánto lo amé o quien era

300 años pasaron, me abandoné al alcohol y los placeres. Caí en el amor otro par de veces pero con el corazón hecho pedazos y la imagen viva del primer amor, nunca pude ser lo que esas criaturas necesitaban. El tiempo sin embargo no pasa en vano...

Conocí tantas personas, tanta gente agradable, tantos lugares preciosos, tantos platillos deliciosos, tantos aromas exquisitos...la experiencia me dio la oportunidad de darme cuenta que volvía a sentir amor por todo lo bueno alrededor.

Un día un viajero misterioso de cabellos oscuros me narró su vida. Mientras narraba, sentí esa emoción hormiguear mis dedos, un brebaje comenzó a salir del aire. Mi amor transformaba su historia en lo que parecía un licor... Su sabor era único, su belleza y aroma incomparables.

"Necesito"... Me dije... Compartir estas delicias con el mundo y ver qué tantas más puedo hacer. Mi cola se movía animada. ¿Qué tantos sabores podré probar? ¿Qué tantas historias podré contar? ¿Qué tanta gente podré querer? Y eso es algo que aún estoy por descubrir...



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