domingo, 30 de julio de 2023

Renaciendo de las brasas - Coro

 Heine, William y Zak, caminaron entre los pasillos desolados de la mansión. La oscuridad de la noche había caído en la casa y todo estaba sólo bañado de luz de luna. Los muebles estaban cubiertos completamente por una fina capa de polvo, mientras que los cuadros lo estaban de sucias telas. El piso de madera crujía desesperado ante los pasos de los tres.

William jugueteaba con sus manos algo intranquilo. No porque temiera a alguna criatura escondida en las sombras, tenía mucho más miedo de la criatura que iban a despertar. De repente Heine se detuvo en seco frente a una puerta.

- Creo que será aquí. - La puerta chirrió un poco al abrirla y los tres se adentraron en una habitación totalmente oscura. Zak cerró la puerta y la poca luz que entraba por la puerta desapareció. William soltó un pequeño gemido y no dejó de temblar hasta que sintió la mano de Zak palmeando su espalda.

- ¿Listos? - El rostro de Heine se vió iluminado en un momento por unas cuantas mariposas luminosas de color rojo.

El más pequeño tragó saliva pero tomó su posición en el círculo y comenzó con los cantos requeridos varias rosas de color rojo rodearon el círculo mientras una miel rojiza comenzó a llenar el piso. La intensidad de la luz aumentó conforme las notas seguían. Cada parte tiene una contra, todo en búsqueda del balance y si bien las normas, leyes y justicia de Heine contrastaban con el carácter libre, abierto, y egoísta de Zak, la criatura que iban a despertar contrastaba perfectamente con la dulzura, timidez e infinita generosidad de William,

Las mariposas eran tantas que no podías distinguir nada a través de los huecos que dejaban unas a otras en el vuelo. Además del brillo, salían chispas del revoloteo de los pequeños insectos rojos cuyas brasas lamían la cara de los hechiceros.

- Sabes que no es que sea malo... simplemente tiene más deseos de vivir para sí mismo, con la misma intensidad que tú deseas el bien de los demás.

- El problema es... que sabes qué tan intensamente deseo el bien a los demás...

Las flamas comenzaron a salirse de control y las mariposas comenzaron a ser engullidas por el fuego que habían provocado. Comenzaron a caer por centenas envueltas en llamas.

Un pie desnudo de piel lechosa salió entre la multitud de insectos en llamas y se posó en el líquido amielado. Una sonrisa macabra con unos pequeños colmillos se dejó ver entre las llamas. Una mordida consumió varios de los insectos voladores y de entre las llamas infernales salió una joven. Su figura era delgada, y aunque femenina tenía unos pechos pequeños, su piel blanca y su cabello largo y rojizo, llegaba hasta la mitad de su espalda, su mirada roja armonizaba perfectamente con las llamas que la envolvían.

Tan sólo usó un movimiento de su mano para terminar de incendiar a todas las mariposas y flores. Las llamas volaron de su mano y en pocos segundos se encontró vestida con un pomposo vestido que llegaba a sus tobillos de color carmín. Un listón con los colores del atardecer adornaba su cabeza recogiendo su cabello en una estilizada cola de caballo.

- Ya era hora malditos perros-

Coro no era para nada refinada, era impulsiva y ruda como su elemento. La sangre de ángel caído fluía en ella y habiendo sido tentada con poder por el hechicero de la esperanza, su personalidad se había retorcido aún más. Quizás no era la más fuerte de los cuatro pero teniendo un carácter más fuerte lo compensaba.

- ¿Y bien? ¿ya es tiempo de empezar la función?








La lujuria en la lluvia - Zak

 William no paraba de hacer preguntas bobas o sin respuestas. Heine ardía en deseos de escuchar otra voz o al menos alguna forma de callar al conejo por lo que sin perder tiempo se había dirigido al baño de la casa. En algún tiempo pudo haber sido un lugar exquisito decorado al puro estilo griego, con columnas, piso de mármol y una alberca que hacía de tina. Repitiendo, que sería exquisito de no ser por la lama que rodeaba las estructuras y las hierbas malas enredándose en las estatuas y columnas.

Al centro de la piscina se encontraba una exótica estatua de ópalo de un hombre de sensual figura y mirada perdida.

- Zak... - susurró William al darse cuenta de la figura.

- Así es...es tiempo de levantarlo. - Heine le dio una chupada a su pipa, soltó una humareda que se transformó en unas luminosas y pequeñas mariposas azules. A su vez el rubio tocó con ambas manos el frio del mármol y alrededor de la estatua unas rosas de color azul comenzaron a crecer. En un momento las mariposas se habían perdido en un tornado envolviendo la estatua mientras las rosas la envolvieron por completo como una tela de araña. Ambos estaban concentrados, ojos cerrados recitando intercaladamente

- Despierta eterno casanova... - la habitación comenzó a bajar de temperatura...

- Despierta lujuria tormentosa.. - las plantas y hongos a congelarse ...

- El deseo del río torrencial... - el agua se volvía sólida...

- El deseo de la lluvia...- el viento aullando, las flores creciendo por todos lados...

- De cubrirlo todo - Corearon ambos.

Una luz cegadora, y en vez de la estatua se encontraba un apuesto hombre que no pasaba de los 25, piel blanca como la nieve, ojos claros y azules, y el cabello en capas de un color azul rey. Las flores y las mariposas habían desaparecido por completo. Bajó con movimientos felinos de dónde estaba postrado y comenzó a andar hacia sus compañeros. A cada paso que daba, el agua retomaba su estado líquido, sin embargo el caminaba sobre ella con mucha gracia sin hundirse en ella.

- Ya era hora... - su voz engatusaba y su sonrisa hechizaba. Sensualmente se acercó hacía Heine y su rostro lo colocó frente al suyo - ¿Ahora eres mujer? Vaya no te gustaría ver lo que podemos hacer con ese cuerpo tu... -

El golpe directo de un libro sostenido por Heine no se dejó esperar. Zak perdió la concentración y de su cabeza resaltaron  sus orejas de lobo, la cola se ondeó disgustada y sus colmillos se mostraron a la ofensiva.

- Aunque tengas un cuerpo femenino sigues teniendo un carácter poco agraciado. -

- Ese trabajo es tuyo ¿no? ser el social, el seductor...  - Heine sabía que se necesitaba tan poco para contentarlo y hacer olvidar...

- ¿Te parece? - el ego del peliazul se inflaba. Zak era literalmente como su elemento, cambiaba claramente y rápido de estado, era indetenible y andaba por dónde sea. Los filosos colmillos le servían mucho puesto que tenía sangre vampiresa y de hombre lobo, un monstruo de seducción sediento de poder, sangre e interacciones carnales, lo demás (fuera de su familia) le era totalmente indiferente (aunque a veces para él también le eran indiferentes). Zak podía manejar al agua en cualquiera de sus estados lo que lo convertía en un guerrero bastante peligroso, pero era demasiado perezoso para poder ser un real peligro. - … ¿Entonces? Ya sólo falta nuestro angelito... - Los ojos del conejo se abrieron como platos soperos...

-¿C..c...Coro? - Las lágrimas se amontonaban en sus ojos, el terror era notable

- Oh... si, se alegrará de verte... - William sólo pudo dar un trago de saliva.




El dulce dentro de mi - William

 Todo mundo sabe que una casa tan grande no se puede manejar sin ocupantes, es un lugar muy grande para vivir en soledad y Heine lo sabía. Hacía mucho tiempo, había tanta gente que pensaba que no cabría y era tiempo de poblarla de nuevo. Había que invocar a todos los que solían vivir ahí... y quizás reclutar más gente. Mientras más mejor...

Golpeo su pipa contra su mano y en un segundo apareció un pequeño recipiente color amarillo en su mano. Al abrirlo, dentro había un polvo de color blanco, que cualquier enfermo de mente confundiría con cocaína, sin embargo, todos los que aún gozan de imaginación verían el azúcar que las madres espolvorean en los brownies, justo cuando terminan de cocinarse. La lanzó al aire y con un movimiento de su pipa comenzó a dirigir las mariposas que salían de ella, las cuáles se espolvorearon en el azúcar, hasta adquirir un color crema. Las mariposas danzaban en todos los sentidos, y sin que nadie lo notara empezaron a multiplicarse. 

Un aleteo más grande llenó la habitación y el lugar se llenó de una luz color brillante color mantequilla. Inesperadamente todas las mariposas comenzaron a concentrarse en un solo lugar y soltaron un resplandor cegador. 

-Despierta, llevas mucho tiempo dormido. Timidez y dulzura, bondad sin cordura, regresa a la vida joven demonio de la inocencia.- Heine sonrió. Al terminar el resplandor, de donde se concentraron las mariposas quedó el rastro de un niño, cuya piel era tan blanca que se asemejaba al azúcar que se espolvoreo para invocarle.  Tenía un rostro totalmente angelical, y unos ojos amarillos llenos de cariño y timidez. Lo único que no concordaba era un pequeño par de orejas de conejo de color amarillas y una cola esponjosa del mismo color rubio del muchacho. 

-Wi...William reportándose- saludó cuál si fuese soldado pero con una torpeza afín a lo infantil de su cuerpo. El joven fue creado como demonio por el dueño anterior del castillo, un reflejo de que no todo lo bueno tiene que ser esencialmente bueno. De temperamento gentil y dulce, William tenía sólo tres especialidades en magia: fortalecer, proteger y regenerar. A diferencia de Heine, su elemento era la tierra y suele tener enorme paciencia para cualquier actividad lo que lo hace presa fácil de tretas y artimañas. 

- Creí que no volveríamos...- Murmuró el conejo de manera suave...

- Necesitamos toda la ayuda posible para seguir en el juego...- le contestó el ave mientras le limpiaba los sobrantes de azúcar de su traje 

- Pues si pero... ¿has cambiado de género de nuevo?- Preguntó el conejo en detallada atención al pecho del ave. 

- ¿Realmente importa eso?- Heine suspiro y le tomó de la mano. Vamos es tiempo de regresar a los otros 2...




El regreso del viento

 -Hace tiempo que no volvía a esa mansión -

Una joven persona de piel morena y ojos ámbar se acercó a la enorme puerta de la mansión hecha de madera con decorados de oro y la empujó. La puerta oxidada chirrió olvidada. Hacía tiempo que no entraba nadie, pero había muchos cambios en ella,  o más bien había muchos cambios que hacer.

 En un suave movimiento de su mano unas mariposas color esmeralda brotaron y en un parpadeo se transformaron en una pipa del tamaño de una varita. Si bien Heine no fumaba tabaco, le gustaba ver el humo salir de su pipa, por lo que la llenaba de hierbas dulces y aromáticas, para sentarse a ver como su fragancia llenaba algún ambiente. Tomó la pipa entre sus dedos y la ondeó. El humo comenzó a rodear la estancia llena de polvo, memorias y olvido.

-Recuerden, recuerden su forma antes de que su amo partiera, recuerden cuándo quisieron servir a su maestro-

En un abrir y cerrar de ojos la habitación completa adquirió vida, se encendieron las luces, se limpiaron los rincones, parecía como que la mansión entera le diera la bienvenida de vuelta a su eterno amo. La persona se retiró la capa esmeralda que cubría su cuerpo, la cuál se transformó en varias mariposas y se esfumaron. Sus enormes alas de lechuza se extendieron para estirarse pero de inmediato volvieron a acomodarse cómo si trajera una capa hecha de plumas. El viento ululaba y silbó alrededor mientras Heine acomodaba su descuidado uniforme de sirviente. Su marco parecía delicado aunque sus movimientos eran masculinos y poco gráciles y se notaba el propósito y destreza de cada movimiento que tomaba. 

Heine sonrió y se acarició el largo y alborotado cabello negro, que a la luz soltaba tintes colores azules.  Era tiempo de volver a tomar su lugar en la biblioteca pero quedaba mucho que hacer en esa enorme casa y esto sólo era el comienzo de la función.

-He vuelto...-



El baño

Érase una vez, en un pueblo sin nombre, un joven que corría entre los callejones que se hacían entre las casas. Se le miraba alterado, los o...