El tabernero movió incómodo sus orejas caninas por una mosca que no paraba de molestar.
- Creo que mataré a tu mesero - Soltó con tono grave el horror de cabellos rojos.
- Sabes que no estoy muy de acuerdo con la violencia dentro de la taberna –
El hombre perro se acomodó los anteojos sin dejar de ponerle atención al vaso que traía en manos.
- Es necesario, ha sido continuamente grosero conmigo –
- Bueno... para serte sincero... quizás me hagas un favor... al menos comprobaría una teoría -
-¿Qué dices? -
- Creo que cómo los demás no te has fijado... pero no sé de dónde salió. Cada tarde que abro la taberna es el primero que entra y de inmediato se pone a limpiar y atender a la gente. Se ve que lo hace de mala gana, como si estuviera realmente obligado a hacer el trabajo...
y aunque sea a regañadientes, pero sigue haciendo lo que le pido, mientras tenga que ver con labores dentro del bar. Le he pedido bailar y cantar, por ejemplo, y eso me lo ha negado diciendo que no está dentro de sus responsabilidades. No sólo es eso...
el otro día rompió un vaso y se lastimó una mano... Al día siguiente no tenía ni una sola cicatriz. También desde ahí me di cuenta... ¿siempre se ha visto así?
- ¿Así cómo?
- Ese color de piel, ese color de cabello, ese largo de cabello, ese género...
- Si... ¿No?
- Un día mencioné que tu cabello y el de él eran iguales...
- Se lo habrá pintado...
- Un día lo comparé con la piel de Tsu
- Quizás no salía mucho al sol...
-¡Un día le coqueteaste!
- Bueno ese día no era hombre... ¡Tienes razón! No puede haber otra respuesta...
Este no es el mismo mesero... ¿o sí?
No es que quiera lastimarle... pero si le matas... me pregunto... ¿de todas maneras vendría el día de mañana?
El pelirrojo terminó su trago, pagó y se fue silenciosamente.
El de lentes volvió a su vaso... quizás hay cosas que no se deben cuestionar. El mesero recogió el vaso de Whiskey y con una expresión de molestia entró a la cocina.
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