Últimamente me doy cuenta de que atrás dejé algo que no reconozco. La sensación de voltear a ver y darme cuenta de que has cambiado demasiado. Ya no eres la calmada belleza de la luna de la que caí enamorado, ya no eres la vanidad solitaria que rehuía a la estupidez del mundo, ya no eres el comodino y libertino ser que parecía creer que el mundo podría ser diferente y abierto. No, ya no lo eres, pero también me doy cuenta... que yo tampoco soy lo que era. Ya no soy tan torpe e impresionable, no estoy dispuesto a destruirme con tal de sacar una sonrisa, carezco de paciencia o interés por no darme mi lugar. Nos hemos vuelto unos patanes, nos hemos cambiado tú al intentar ser un mojigato y yo volverme un zorro descarado, aunque creo que ambos seguimos buscando el confort y el placer... siendo que quizás nunca encontraremos esa tierra prometida.
Hey amor... ya no tengo deseos de llamarte así... siento asco y nauseas de pensar en que alguna vez te desee cómo a nadie, y de que tus manos me destrozaran o tus labios me reconfortaran de los días difíciles. Es que acaso no eres ya tú. ¿Es posible que ya no sea yo? Te deseo lo mejor del mundo y espero que encuentres lo que ambos buscamos y no encontramos. Quisiera acompañarte y a la vez no. Tengo mis prioridades y cosas que hacer, y no estás en ellas.
Hey amigo... lo fuimos alguna vez? Al final fuimos creados con expectativas vacías que no pudimos cumplir. Al cabo no eres nadie, al cabo no soy nada. Más ahora que entiendo qué es lo que pasa. Tú y yo, no somos tú y yo. Tú y yo fallecimos hace muchos años, dejando atrás devastación y errores que no pudimos arreglar. Creímos huir del desastre sin embargo este ya había terminado nuestra vida. La realidad es que sin mí no podías ser tú, la realidad es que yo no podía vivir sin ti.
Hey hermano... creo que eso somos ahora. El hermano de una incómoda familia de la que nunca nos sentimos parte. Nuestros padres arruinaron nuestras vidas y dejaron sobre nosotros el peso de sus errores. Y sin embargo llevé la máscara de mi padre, esa fatídica sonrisa llena de empatía y esperanzas, pero no puedo negar esa parte tuya que está en mí. No puedo negar la fría realidad de que ya no estás aquí y que quizás yo tampoco lo estoy. Descansa en paz padre, tu máscara la sigo arrastrando, quizás hasta que se rompa y pueda ser libre de tus ataduras. Mientras, sigo derramando ocasionales lágrimas por el hermano que veo reflejado en la gente que arrebata mi corazón. Por el que nunca volverá. Por el que nunca volvió.